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martes, 3 de enero de 2012

El patrimonio histórico, a merced de los vándalos

Formación La Brugeoise pintada con grafittis (Foto: Matías Albacetti, grupo de Facebook "La línea A del subterráneo de Buenos Aires"

El grafitti sobre las formaciones del subte y de los ferrocarriles es un flagelo que no cesa. Si bien no es la intención de quien escribe criticar a esta forma de expresión artística per se, caben manifestar ciertas objeciones respecto al lugar donde se plasman estos trabajos.

Los coches La Brugeoise de la línea A del subte porteño son los trenes en servicio comercial más antiguos del mundo y, como tales, parte del patrimonio cultural de Buenos Aires. En los últimos años varias de estas nobles unidades, construidas en Bélgica entre 1912 y 1919 y reformadas en el país entre 1927 y 1931, han visto sus paneles exteriores cubiertos por pintura en aerosol. Incluso, en una unidad se observó un peculiar garabato sobre uno de los paneles de madera de roble de una cabina de conducción.

Dicen quienes gustan de practicar esta forma del arte sobre coches del transporte público que así se embellece un objeto que consideran anodino. Sin embargo olvidan que no son ellos quienes deben decidir si un objeto que es de todos merece ser embellecido, menos aún cuando dicho vehículo tiene su propia belleza como es el caso de los Brugeoise, belleza ganada a fuerza de años de eficiente servicio. Y esa sí que es una belleza que nos pertenece a todos, pues esos trenes son históricos gracias al trajinar de quienes los usamos a diario y se convierten asi en parte de nosotros.

Párrafo aparte merece la concesionaria Metrovías, quien no realiza ni el más mínimo esfuerzo por evitar que esto ocurra. Sin ánimo de sonar alarimista, pero si hoy un grafittero puede entrar de noche al subte, ¿quién nos asegura que mañana no entre un desquiciado a cometer un sabotaje o a poner una bomba? Esto habla a las claras de la inexistente política de seguridad de la empresa, a la que le importa más facturar al Estado la reparación y pintura de los coches a través de subsidios cada vez mayores que en cuidar los bienes que le fueron dados en custodia. Bienes que, parece mentira que haya que recordarlo, son de todos.

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